20 de octubre de 2009

Historias obreras para coleccionar y anillar

Hoy me hicieron una audiometría. En tiempos de vacío de ideas, cualquier cosa que a uno le suceda y que esté medianamente fuera de la órbita rutinaria, debe ser plasmado en un texto, el cual, más temprano que tarde (e inevitablemente) será publicado en el blog. Esto que escribí vendría a ser algo así como la “Ley de Emergencia Bloguística ante la falta de ideas” capítulo 15, inciso 4wzf.
Volviendo a lo acontecido, decía que hoy me hicieron una audiometría (que no es la primera ni será la última). Para los desentendidos del tema (que supongo serán varios) una audiometría consiste en ponerte unos auriculares y pasarte a un volumen excesivamente bajo y a intervalos, unos pitidos que suenan mas o menos así: piiiiiiiiiiiiii piiiii piii. Entretenido ¿no? Te lo van cambiando de oído, como para que no te duermas, lo que por supuesto no ocurre, porque uno está compenetrado, queriendo oír mas allá de lo conocido, peleandole el trono del oído absoluto al recuperado Charly García.
Alguno se preguntará ¿como es que uno le hace saber al “audiometrista” ¿? si escuchó o no escuchó el semitenue pitido?. Conozco dos tipos de experiencias audiometrísticas:
-La primera consiste en levantar la mano del oído en que se escuchó el sonido (método “del saludo audiometrístico”) El punto negativo de este método es que, si la audiometría se estira lo suficiente, uno se queda con una buena contractura en el músculo del o los brazo/s. El mismo músculo que se contractura cuando se juega al padel o al tenis (y no me pregunten como se llama, por eso les doy esos datos y ningun nombre)
-La segunda consiste en pulsar una tecla “tipo velador” (método “del velador audiometrístico”). El punto negativo en éste es que al audiometrista no le calienta en que oído se escuchó el pitido, por lo que uno puede estar muy mal de un oído y fenómeno del otro y aprobás el examen con 6 (pero estás medio jodido).
El asunto es que cuando estoy por entrar al minigabinete en donde hacen la audiometría (creo no haberles contado que este examen (y otros) se hacen en un micro-bondi, tipo casa rodante vieja y hecha pelota) siempre estoy pensando en que la sobredosis de recitales que me dí en el correr del año seguramente me dejó el tímpano flameando y la/el audiometrista se va a dar cuenta y me va a bochar de la prueba y entonces de patitas a la calle, sin laburo y a empezar de cero (no, peor, de cero y encima mediosordo) Y ahora que leo esto, pienso en como le habrá ido con la audiometría al tipo que labura conmigo y es de apellido Del Sordo, no puedo creer que la haya aprobado.
Para finalizar les dejo el final ¿feliz?: salió todo bien y afortunadamente seguiré trabajando 9 horas al día (o más) en una empresa multinacional de capitales estadounidenses.
¡Que lindo!
Gracias por leer hasta acá y disculpen la actualización tan seguida del blog.

Diego M

18 de octubre de 2009

El relax no es un buen compañero

Las posibilidades de que tu jefe entre a la oficina y te vea en actitud relajada después de haber trabajado varias horas sin parar son inversamente proporcionales a lo buena que sea tu relación con él.

Diego M