El sol le pegaba en la cara. La cara le dolía pero no era por el sol ni por la cachetada ni por el golpe. En el medio de la avenida la cara le dolía y él se puso a caminar. Las bocinas reprochaban pero él no obedecía. El horizonte lo esperaba allá lejos, pero ahora estaba más cerca y de golpe qué ganas de vivir una vida sin horizonte. Y qué lindo porque una paloma mensajera le dejó un mensaje de olor en el medio de la pelada y un perro le mordió el tobillo derecho a la altura del pie: tobillo y pie hermanados en un desangrar de perros. Las luces de neón le pegaron en la cara, la cara le dolía pero no era por las luces de neón ni por el sol ni por la cachetada ni por el golpe ni por las bocinas. Le dolía porque sí. Porque la vida duele más que una inyección a un niño, aunque el doctor dijera que no iba a doler. Doctor mentiroso y repugnante con su delantalcito blanco manchado de sangre. Su sangre. Pero él caminaba hacia el horizonte. El horizonte estaba para el otro lado: el lado de los buenos, de los vivos, de los sanos. La música le llegaba por el oído izquierdo y le salía por la boca. Algo que sonaba como los Rolling Stones pero muertos. Los perros muertos ya no muerden más tobillos. Las palomas mensajeras muertas no dejan más mensajes de olor. Los doctores mentirosos y repugnantes no hacen llorar más a niños inocentes. Pero el horizonte no está. Y encima la cara le duele y no es por las luces de neón ni por el sol ni por la cachetada ni por el golpe ni por las bocinas. La cara le duele y él siguió caminando.
Diego Monrroy
1 comentario:
Diego, esto es MUY pero MUY bueno. Te felicito! Me gusta cómo te metés en la vida del tipo pero desde afuera y mezclás irracionalmente pero con mucha poesìa la realidad con la fantasía y el ensueño. Eso es lo que me provoca, como un ensueño. Lo quiero así como está. Sin tocar nada. Las expresiones que usás son geniales.
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