14 de diciembre de 2010

Asco

Yo no ocupo
Tu no ocupas
Ellos son OKUPAS

Morochos malolientes
drogadictos, vagos, delincuentes
Nos invaden nuestra impoluta Nación

Argentinos blanquitos pseudoeuropeos
vs
Boliparaguayos negritos indígenas

Ay que mal estamos
entra cualquiera y pide y pide y pide
Y yo pago mis impuestos
y los tengo que ver todos los días
¿por qué no los tapan?
¿por qué no los esconden?

La escuelita de Mirtha, Susana, Macri y Feinmann
sigue entregando diplomas a granel
Ay que mal estamos
¡¡la xenofobia al palo!!

Diego M

7 de diciembre de 2010

Bla bla bla (viernes 10/12)

-Vos sos puro bla bla
-Nada que ver, eso es lo que decís vos pero está lejos de ser la verdad, te lo digo porque mis otros amigos nunca me dijeron nada al respecto...
-Bla bla bla
-...y mirá que a todos los veo seguido y pasamos horas charlando y nunca una queja con respecto al...
-Bla bla bla bla
-... tema de conversación, incluso cuando les prometí regalos o sacrificios a cambio de algo siempre cumplí, preguntale al Tincho, al Gordo o a Cleopatra y vas a ver que es así, no se a que...
-Bla bla bla bla bla
-... viene tu ataque hacia mi persona, ni siquiera se que quiere decir que soy "puro bla bla"
-Yo tampoco, pero de lo que sí estoy seguro es de esto:


Grupo literario Cruzagramas

y

Centro Cultural San Martín - programa Corré la voz / FM en tránsito
- Ediciones Artilugios


presentan:



Micros para viajar a donde quieras/2

Ediciones Artilugios

Presentación del libro BLA, de autores cruzagramísticos

Con show de cuentos a cargo de: Marita von Saltzen y Walter Politano

Entrevistas: Denise Destéfano "La Sibyle"

Coordinación general: Sebastián Barrasa "El Zaiper"


Viernes 10 de diciembre - 19:00 hs.
Centro Cultural San Martín, (Sala F)
Sarmiento 1551 - Ciudad de Buenos Aires, Argentina

entrada libre y gratuita


¿Te lo vas a perder? ¡¡Te esperamos!!

Diego M

23 de noviembre de 2010

Peces de colores

buscando luz entre la apatía
intentando sonrisas entre insultos
bufones poéticos
risueños luchadores abocinados
malabaristas del qué dirán

vagos insaciables
buscadores de monedas manchadas con sudor laboral
artistas de las infinitas esquinas
almas brillantes

llenas de mugre las patas
lleno de risas el corazón

Diego M

25 de octubre de 2010

Catarsis a la Argentina

Odio a Mirtha, a Moria y a Susana. Y a todas las que se/les cuelgan el cartelito de "diva".
Odio a los intolerantes, a los perversos, a los opositores por la oposición misma.
Odio a los argentinos que hablan mal de la Argentina desde afuera.
Odio a los argentinos que disfrutaron la década del 90, a los de "Gracias a Menem conocí el mundo entero" viajando sobre la sangre del desempleo y el vaciamiento.
Odio a los prepotentes detrás de un volante, y a los farsantes delante de un micrófono.
Odio a los que no aportan, a los que critican porque sí.
Odio a los jefes soberbios, maltratadores, inútiles escondidos detrás de un escritorio.
Odio a los barrabravas y a los periodistabravos.
Odio no poder saber cuando me mienten y cuando me dicen la verdad.
Odio todo eso y mucho más.


Diego M

11 de agosto de 2010

Pasillos de tiempo

Dedicado a mi archivo de textos, que cada tanto me trae una grata sorpresa a falta de nuevasbuenas ideas


Oscuridad.
Enzo flota. Gira y flota. Sueña y flota.
Un ladrido lo devuelve a la sala de espera del sanatorio. Una mujer de unos 50 años sale del consultorio, tironeada por su coqueto perro salchicha. La mujer lleva una pollera larga. Roja y verde. También tiene unos anteojos negros, enormes como ojos de mosca. Y tiene una especie de blusa, si es que se puede llamar así a una serie de trapos superpuestos y coloridos. La mujer se pierde por el pasillo. Su perro no ladra más.
Enzo busca su reloj en la muñeca izquierda. No está. Piensa en que debería estar. Piensa en que salió del trabajo con el reloj. Piensa en que llegó a su casa con el reloj. Piensa en que se sacó el reloj para bañarse. Piensa que se lo volvió a poner para ver al doctor Imhoff, su nuevo dentista. Y piensa en que llegó al sanatorio con el reloj. Y se durmió. Y ahora no está. Busca el reloj de pared que estaba a la izquierda. Las 22:05. No debería ser tan tarde. Se levanta y va por el pasillo, recorriendo el mismo camino que la mujer extravagante y su perro coqueto. A su izquierda están las puertas de los consultorios, perfectamente numeradas. La 8 es la del doctor Imhoff, y desde ahí van descendiendo hasta la 1. Enfrente del consultorio 3 encuentra una ventana a su derecha. No cree haberla visto cuando vino, pero ¿quién sabe?. No se ve nada. Al parecer, realmente es de noche y él se quedó dormido un par de horas en la sala de espera. Se acerca e intenta abrir la ventana. El aire de la primavera siempre le cayó bien. Pero no puede abrirla. No parece cerrada, no tiene ninguna traba a la vista. Pero no se abre. Odia las ventanas modernas. Piensa que deberían venir con un manual de instrucciones para poder abrirlas.
Sigue por el pasillo. Está buscando a la recepcionista. Una chica de unos 25 años, de sonrisa muy bonita y ojos claros. Gira en un nuevo pasillo a su derecha y encuentra la recepción. La chica no está. Pero están las planillas en donde anota a los pacientes. Está la lapicera, que no tiene el capuchón puesto. Y hay un café, un cortado, que todavía despide un leve humito muy tentador. Y está por la mitad. Enzo no quiere esperar a la chica. Piensa que está con algún enfermero o con algún doctor, aprovechando los beneficios de la hora. Sigue caminando por ese pasillo verde. El pasillo del consultorio del doctor Imhoff es blanco. Éste pasillo es verde y después de girar a su izquierda ingresa en uno rosado. En este hay más puertas que en los otros dos, pero no están numeradas. No entiende como la gente del hospital sabe a que puerta entrar. Enzo llega al final del pasillo. A su derecha hay otra ventana. Le devuelve la imagen de un patio descuidado: pasto alto, plantas secas y un solo árbol caído. Todo está regado por el tibio sol de la primavera. Afuera es de día.
Vuelve por el pasillo rosado. A mitad de camino sale a su izquierda otro pasillo, más angosto, más oscuro. Siente un aroma exquisito. De carne a la plancha. Se sumerge en el pasillo oscuro, tanteando las paredes para no caerse. El aroma lo envuelve, hipnotiza a su estómago. El pasillo se angosta cada vez más. Enzo empieza a caminar de costado. Choca con algo. Ahoga un grito en su garganta. Tantea. Encuentra un picaporte. Abre la puerta y entra a una cocina pequeña. Hay una plancha en donde se está cocinando un pedazo de carne. Hay dos copas sobre la mesa. Dos platos, dos tenedores y un solo cuchillo. Cierra la puerta y vuelve por el pasillo oscuro. Al pasar cerca de la pared engancha el interruptor y las luces se encienden. El pasillo es de un tono rojo, como el de la carne a medio cocinar. Sigue adelante. Llega a una bifurcación: un pasillo celeste a su izquierda, un pasillo gris a su derecha. No recuerda ninguno de los dos. Pero su memoria anda fallando últimamente. O por lo menos eso le dijo el doctor Viedma antes de recetarle las pastillas caras. De eso sí que se acordaba.
Va hacia su derecha. A lo lejos escucha música. No sabe qué música. Tal vez sea clásica. Vuelve sobre sus pasos. Odia la música clásica. Cruza una puerta y se encuentra en un salón de baile. Una pareja baila al ritmo de la salsa. Otra pareja baila un vals. Otra baila un rock. Enzo pasa entre todos ellos. Está buscando el consultorio del doctor Imhoff, no quiere perder su turno. Cruza otra puerta. Comienza a vibrar el celular en su bolsillo. Lo saca. Es un recordatorio: “cumple de Pedro”. ¿Quién es Pedro? El celular no tiene señal, ni crédito, ni batería. Enzo sigue por este pasillo marrón. Té con leche se podría decir. Va tanteando los picaportes: todas las puertas están cerradas. Alguien lo llama por su segundo nombre. Enzo creía que nadie conocía su segundo nombre. Se dirige hacia la voz, hacia el final del pasillo. La voz se aleja en lugar de acercarse. Enzo tropieza con una tabla de surf. La levanta y la observa. Nunca practicó surf. Nunca vió una tabla de surf. Nunca fue al mar. Sigue por el pasillo. Encuentra un reloj en el piso. Son las 21:30. Se pone el reloj en la muñeca derecha, al lado del suyo. Y sigue caminando. Gira a su derecha y entra al pasillo verde. Cuelgan grandes telarañas del techo. Enzo piensa en que deberían mejorar la limpieza del sanatorio. Un niño pasa a su lado en un monopatín. Lleva anteojos negros y una campera con tachas. Tira el monopatín y entra en un consultorio. Enzo se acerca a la puerta. Se para frente a ella. No se escucha la voz del niño. No se escucha nada. Sigue por el pasillo y vuelve a la recepción. Pero no le parece la misma recepción. Están las planillas. Está la lapicera sin capuchón. Pero ahora hay un mate. Y un termo. A lo lejos alguien canta el cumpleaños feliz. Y se escuchan ladridos. Enzo gira. Ve al final del pasillo verde al perro salchicha coqueto de la mujer extravagante. Enzo gira. Ve al final del pasillo gris a la mujer extravagante sin su perrito coqueto. Enzo gira. Ve al final del pasillo celeste una puerta con un gran cartel. Camina hacia ella. Es un pasillo sin puertas ni ventanas. El piso es celeste. Las paredes son celestes. Se cruza en su camino una cucaracha. También es celeste. Llega a la puerta. El cartel dice “Saludos para Enzo del Dr Imhoff”. Enzo gira el picaporte y entra. Sale a un pasillo blanco. Parece el primer pasillo pero ¿quién sabe? Le cuesta caminar. Sus pies se adhieren al piso de chicle. Se saca las zapatillas y sigue. A su izquierda sale otro pasillo blanco. Ve el banco en donde estaba esperando. Va hacia él y se sienta. Justo frente a la puerta del consultorio del Dr Imhoff. Mira el reloj de pared: las 21:30. Mira el reloj en su muñeca derecha: las 22:05. Piensa en el tiempo. En como pasa sin que nos demos cuenta. Mira la puerta. El consultorio. La puerta del consultorio. Él y la puerta.
La puerta.

Diego M

13 de junio de 2010

Restos de fiesta y demases

Supuestamente soy un escritor y debería sentarme hoy a contar una muy buena historia desde una perspectiva novedosa, con un toque personal y final con vuelta de tuerca que te deje pensando. Claro, que fácil suena pero que difícil es.
En cambio, te ofrezco un mucho más humilde post "tipo blog", en el que te voy a contar que cumplí años hace muy poco (soy otro de los tantos geminianos cruzagramísticos, una plaga!), que fue uno de mis mejores cumpleaños: mi casa explotó de visitas (bueno, unas 15 personas el sábado y otro tanto el domingo, pero, si me conocieras, sabrías que eso es realmente una explosión de visitas para mí). Amigos, familia, primer cruce entre familias políticas (exitoso!) y demás.
También te cuento que no estoy escribiendo nada, pero estoy leyendo algo (Ciencias morales, de Martín Kohan, pinta muuuy bien) y poco más. Algun día volveré a sacar la cabeza del taper, la lapicera del tintero, las ideas del galpón y la cantidad de metáforas que se te ocurran con respecto a las épocas "en blanco". En octubre me caso, así que, tal vez, no prometo nada, el 2011 se venga con una chorrera de textos sobre las desventuras, las alegrías y los tropiezos del hombre casado. Hasta que termine el año, veremos que puedo ofrecer.
Ahora sí, después de toda esta perorata te voy a ser sincero, actualicé el blog sólo para que te des una vuelta y veas que limpié la casa, la reordené, la pinté y le cambié unos chiches, como para no aburrirme mientras no escribo. Gracias por pasar.

Diego M

7 de mayo de 2010

Pegale al más débil

No entiendo bien por qué "la gente" juzga de una manera tan tajante a la persona que le roba en la calle $50 para poder comer o mantenerse sus vicios.
La misma gente que es estafada mes a mes por su empleador, que le niega sistemáticamente ese aumento merecido, o ese plus por asistencia, equivalente a mucho más dinero, y que es utilizado por los jefes para pagarse la comida y los vicios, por cierto, mucho más caros que los de un simple ladrón.

Diego M

29 de marzo de 2010

Sala de espera

Los diplomas lo observan. El revistero lleno de reliquias inútiles espera por un nuevo lector. Carlos mira de reojo su reloj pulsera, no le gusta la hora que le devuelve. Desde el consultorio llegan los sonidos de siempre; la espera se hace eterna. Piensa en irse a tomar unos mates y pedir otro turno. Aunque no tiene apuro, ya está cansado. Un grito corta el aire. Golpes y más gritos. El consultorio parece un infierno. Llena sus pulmones de coraje y decide intervenir. Pero no puede. Está atado a la silla. Los diplomas le hablan, las revistas le hacen gestos, las paredes se aproximan. La sala de espera está hambrienta.

Diego M

18 de marzo de 2010

Tareas especiales

El obrero trabaja solo en el turno noche. Esto no fue así durante toda la semana, su compañero vino el lunes y luego lo abandonó misteriosamente.
Las tareas asignadas no son de las que más le gusta realizar, pero la tranquilidad de la noche compensa el esfuerzo, con el mate y la música de los Redonditos de ricota como fieles compañeros. La fábrica emite leves ruidos en toda su estructura, pero el obrero sigue con sus tareas, está acostumbrado ya. No le importa que sea la primera vez que está solo de noche, ni que la noche sea tormentosa, ni que sea la primera vez luego de la historia del fantasma. Todas las fábricas tienen historias de fantasmas, no es novedad para él. Los tópicos se repiten: muerte trágica, sufrimiento, dolor, luego el andar errante, los ruidos, la sombra que se ve a lo lejos, los gritos y las voces.
Por eso el obrero, perdido en el repiqueteo de su martillo y en la melodía de “Todo un palo”, no ve con el rabillo del ojo a la sombra que se aproxima. Su mente está embebida en música, la música que lo hace olvidar de los problemas y lo acerca a la hora de salida, al descanso reparador. Algo se cae detrás suyo, pero el obrero no escucha. Levanta el brazo derecho simulando ser el Indio Solari, aunque los músicos no desarman estanterías a las 3 de la madrugada, pero eso al obrero no le importa. Cuando el martillo inicia su carrera descendente hacia el metal, una mano fría se posa en su hombro. El cuerpo se transforma en hielo y la mente pierde la coordinación. El martillo pega de lleno en su mano izquierda, pero no le duele. Siente el aliento frío sobre su hombro. Nunca más va a trabajar de noche, nunca más, si es que hay otras noches. La mano fría afloja su presión, la boca se acerca al oído del obrero, el obrero reza el padre nuestro aunque no lo sabe bien, tiembla, reza y tiembla. Las palabras llegan apagadas.
- Tratá de hacer menos ruido. No puedo descansar en paz.
Y se va.

Diego M

7 de marzo de 2010

¡¡AHH!! ¡¡qué bueno!! (12 de marzo)

El próximo viernes 12 de marzo a las 19 hs, estaremos con un montón de cruzagramos presentando el libro AHH (Amores Humores Horrores) en la sala C del Centro Cultural San Martín. Para tener toda la info del evento, andá a la página de Cruzagramas.

Ahora paso a reproducirles un pequeño diálogo en la antesala de la presentación:

-¿Estás nervioso?
-¿Por qué?
-No sé, tal vez porque va a haber unas 200 personas mirando y escuchando las cosas que vos hagas y digas.
-¿En serio?
-¿Qué? ¿no sabías?
-Pensé que nos juntábamos con los escritores del libro ¡nada más!
-No no no, va a haber público y vas a tener que decir unas palabras, que conmuevan, que hagan reír, que hagan que la gente se vaya pensando.
-¡Ahh, no! yo no salgo ni loco al escenario.
-¡Qué miedoso que resultaste!
-¡Mirá quien habla! El que cuando ve una película de terror se tapa la cara con las manos al grito de ¡¡Ahh!!
-Bueno, che, a veces las escenas son muy sangrientas. Pero lo del viernes, nada que ver. La gente va a ir bien predispuesta y se va a reír de cualquier cosa.
-¡Ahh! me quedo más tranquilo.
-Además, después alguien te va a pedir que le dediques el libro con unas lindas palabras.
-¡Ahh, que emocionante!
-¡Los esperamos el viernes!


Lista de autores (con los respectivos links a los respectivos blogs, para que los puedas visitar):

Marina Arévalo

Máximo Ballester

Sebastián Barrasa (El Zaiper)

Natalia Brandi Natibé

Jorge Castagna

Cristina Conti

Jorge Degui (Ivan Ramirez Orcajo)

Diego Díaz Bonilla

Keiko Furuzawa

Luis Gazzola

Vanesa Giordano

Beatriz Giri

Jime González (Mi nombre ya es canción)

Ana Guido y Spano (AnaGyS)

Patricia Jiménez

Vanina Kuszczyc

Mabel Loureiro

Beatriz Mezzelani

Diego Monrroy

Sebastián Olaso (El Oso)

Julieta Rábanos (Jules)

Marianela Regazzoni (Nelais)

Claudio Sylwan

Henry Tiburzio

Irene Flor de Ceibo

Elsa Villarreal



Diego M

23 de febrero de 2010

Gonzalo

Los chicos de la otra cuadra están jugando al fútbol en el baldío de la esquina. Gonzi saca la bicicleta del garage, se sube y empieza a pedalear rumbo al baldío. Unos metros antes de la esquina sus pies comienzan a dudar. Frena. Sus ojos se mezclan con las piernas de los chicos: la pelota, el pasto seco, la tierra, el “pasamela”. Deja la bici en el piso. Las risas y las puteadas de los chicos de la otra cuadra (como los llama él) se acercan. Por un momento parece que se va a unir. Tiene muchas ganas de jugar al fútbol. Siempre tiene ganas. Pero (también como siempre) pega la vuelta, se sube a la bici y vuelve a su casa pedaleando impotencia.
Su papá está durmiendo la siesta, los ronquidos se escuchan desde la cocina. Gonzi busca en el segundo cajón del mueble viejo. Encuentra un bloc de hojas que logran iluminar sus ojos. Agarra una lapicera del mismo cajón, se sienta con las hojas bien agarradas en sus manitos y se pone a dibujar. Cuando se cansa, va a su cuarto y saca un libro de geografía de la biblioteca. Se acuesta boca abajo en su cama y se pone a ver las fotos de saturno, júpiter, marte. Los chicos de la otra cuadra siguen jugando al fútbol en el baldío de la esquina. Gonzi deja el libro y se acerca a la ventana. La imagen de los chicos sucios de tierra y llenos de felicidad le borra su sonrisa débil. Se aparta de la ventana y va al living a jugar con los autitos.
Algunos años después, Gonzalo se está duchando en el vestuario de la fábrica, luego de una larga jornada de trabajo. La cortina de su ducha es la única que está cerrada. Sus compañeros hacen bromas, se putean, pero él se mantiene al margen de todo eso. Está pensando en un número de teléfono especial. El número que le consiguió Pablo. De camino a su casa piensa en que su padre seguramente está durmiendo la siesta, y decide llamar desde un locutorio.
Si Gonzalo hubiera marcado el número, en este preciso momento podría estar con una sonrisa muy ancha, de esas que mostraba esporádicamente de niño. Del otro lado de la línea, una voz de mujer se mostraría amable y, tal vez, aceptaría una invitación para tomar un café con él. Pero Gonzalo sostiene el tubo del teléfono y no marca, el tono zumba en su oído derecho. Cuelga y sale del locutorio. Ya en la vereda, su mano derecha deja caer mucho más que un papel.

Diego M

14 de enero de 2010

Otra encuesta inútil de verano

Segun sondeos de la Consultora "Tenemos que actualizar el blog y no sabemos como", el 86,4 % de la gente coloca la pastilla de Fuyí vape (o de Raid) en el aparatito con la marca apuntando hacia arriba. Aparentemente, la pastilla funcionaría mejor así, o bien a la gente "le da cosa" poner las letras para abajo.
Hasta el momento, la Consultora no ha podido obtener testimonios de mosquitos, para que den algo de claridad al asunto.

Diego M