Te darás cuenta de lo encadenado que estás a la rutina el día en que llegues al trabajo y tu jefe te diga "hoy no hay nada para hacer, tomate el día libre". La incongruencia de esas dos palabras juntas será mucho para vos, tus párpados se aturdirán y aletearán mientras tus cejas se unirán alrededor de tu nariz en un inconfundible gesto. Entonces, tendrás unos minutos en los cuales programarás visitas a tus mejores amigos, pero tus mejores amigos estarán trabajando. Caminarás por la ciudad, perdido con el peso de tu mochila a cuestas. Tendrás ganas de entrar a la disquería, o de tomar un café sin apuro y con azúcar. Tendrás ganas de ir de shopping, de pasear a tu perro, de estar tirado en el parque, de visitar a tus abuelos, de tirarte a las vías del tren. El tiempo libre te quemará mucho más que el dinero en la palma de tu mano. Éstas ganas te avasallarán, te estresarán. Terminarás durmiendo todo el día en tu departamento. A la mañana siguiente despertarás como si nada hubiera pasado e irás hacia el trabajo, a disfrutar de unas hermosas ocho horas de certidumbre rutinaria.
O terminarás en las vías del tren, dejando atrás una mochila ensangrentada. Y poco más.
Diego M
2 comentarios:
Cualquiera de las dos alternativas son igualmente tristes. Me ha pasado que el día libre se ha convertido en el peor dia del año. Tan aburrido y fuera de foco.
Mis saludos Diego
Ganya: aunque seamos animales de rutina, tenemos que aprender día a día a disfrutar de nuestros momentos libres ¿no? al fin y al cabo, esos deberían ser los mejores momentos de la vida :-)
Beso y gracias por pasar!
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