La mirada perdida escondía planes. Planes que tenían que ver con su hermano: el licenciadito Nicolás Sánchez Olarra. Tres años menor. El preferido. El brillante.
Era otro día de tantos. El despacho supuraba calma. Y él estaba hundido en sus pensamientos. Le encantaba entrevistar gente. Conocer sus necesidades, degustar sus sonrisas de compromiso, charlar sobre sus familias, comparar sus fastuosos currículums con su pobre apariencia. Pero lo que más le encantaba era rechazarlos. Uno por uno.
La mirada, otra vez perdida, escondía carreras truncas. Y un título comprado por papá. Envuelto en su traje de Armani, recordaba. Y apretaba los labios.
Otra tarjeta vuela hacia el cesto, planea de forma perfecta hasta aterrizar sobre las demás. “General Planning Manager”, otro asqueroso invento.
El día termina y la puerta del despacho sigue muda. La mirada, ahora encontrada, se ilumina. Proyecta pensamientos de una oscuridad asquerosa.
Diego M
2 comentarios:
Muy muy bueno. Me encanta la escena. Y más me gustaron las miradas perdidas y encontradas.
Escalofriante hipocresía Diego, te saludo y estoy de vuelta. (tengo un post nuevo, quién lo cuelga en cruzagramas?), mi afecto de siempre.
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