2 de mayo de 2008

La peor miseria

El hombre caminaba con los hombros caídos, vencido a esa altura de la noche por la fuerza de gravedad laboral. Arrastraba los pies con la mirada perdida en la irregularidad de las baldosas. No escuchó los pasos, sólo sintió el frío y sediento metal del revólver en su cuello. No se de vuelta, le dijeron. Deme todo lo que tenga. No tengo nada, contestó el hombre, ayer me deberían haber pagado el sueldo, pero no había plata. No es plata lo que quiero, necesito un sueño, una ilusión, algo que me dé una razón para vivir. No puedo ayudarlo con eso tampoco, mi vida es chata y monótona, ya no me quedan sueños ni ganas.
El revólver se retiró del cuello. Y siguieron caminando, cada uno para su lado, con los hombros caídos y la mirada perdida en la irregularidad de las baldosas.

Diego M

1 comentario:

Mi nombre ya es canción dijo...

Se nos pudo melancólico, el escritor.
Bueno, ¿qué le puedo decir, señor Diego M? Por ahí, de tanto mirarlas, el protagonista de este microrrelato encuentre una ilusión caída de algún bolsillo entre las baldosas.