Ésta raza prolifera en algunos municipios del Gran Buenos Aires. Son unos señores muy trabajadores que, mientras uno duerme plácidamente hasta el mediodía en su cama de dos plazas y media, se dedican a romper las veredas para pasar todo tipo de artilugios, entre los que se incluyen: cables telefónicos, cañerías de quién-sabe-qué y otros productos de dudosa procedencia. No quiero que ustedes me tomen, estimados lectores, como un piquetero del trabajo ajeno. No me estoy quejando precisamente de que ésta gente haga (mucho) ruido mientras yo duermo. Mi problema, más precisamente, es que rompan la vereda de mi casa sin haberme avisado con (al menos) 24 horas de anticipación. Y no sólo sin aviso, si no que lo hagan dejando mi auto adentro del garage, es decir, de "este" lado de la vereda rota, no del "otro".
Los efectos colaterales de las roturas verediles son varios, a saber: quedar acuartelado en tu propia casa durante todo el día (con los riesgos que esto implica de sobredosis de internet, mate dulce, siesta y vagancia total), la vereda queda con un montículo de tierra al que nunca le volverán a crecer las baldosas (salvo que uno saque la billetera y las compre), el temblor del piso debido al uso del martillo neumático causa la caída de los souvenires de casamientos y bautismos y etcéteras varios que no vienen al caso enumerar.
Desde éste humilde espacio, llamo a los señores "Rompedores compulsivos de veredas" a tomar más conciencia y menos vino al mediodía. Y a avisar con suficiente anticipación los trabajos a realizar en la cuadra de los damnificados.
He dicho.
Diego M
1 comentario:
En serio no avisan? Qué hijos de buda
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