31 de octubre de 2007

Sonrisas

A Víctor, por darme (y prestarme) la idea

Nunca pude convencer a nadie de la verdad. Hasta el día de hoy siento una impotencia enorme. Algo rancio atragantado en el pecho. Lo ví por primera vez en la casa de mi tío Carlos. Y no me gustó. Llevaba una maceta al hombro, en dónde crecían los geranios de mi tía. Su piel color pitufo y su larga barba deberían haberle dado un aire amable, querible. Pero no generaba nada de eso en mí. Yo tenía seis años en ese momento. Y es extraño, porque el único recuerdo que poseo de esa época es el miedo que me daba el enano del jardín.
Mi tío me mandaba a sacar agua de la bomba. Siempre. Cualquier niño correría feliz, porque los niños siempre quieren hacer algo bueno, algo que a los grandes les sirva. Y recibir una felicitación por el deber bien cumplido. Yo agarraba el baldecito rojo de mi tía e iba hacia la bomba arrastrando los pies, como una tortuga caminando sobre cemento fresco. El enano me esperaba a dos metros de la bomba. Miraba justo en esa dirección. Llenaba el balde lo más rápido que podía con mis débiles bracitos de niño. Y él me observaba. Juro por mi madre que él movía sus asquerosos ojos de enano siguiendo el movimiento de mis brazos. Yo volvía corriendo hacia la casa, salpicando de agua todo el patio. Y siempre recibía el firme reto de mi tío. No me importaba, porque había logrado escapar del enano.
No entiendo cómo los mayores son (somos) tan necios. La primera noche que pasé en lo de mis tíos no podía dormir, esperaba el canto de los gallos como se espera el agua en el desierto. Con el correr de la mañana fue llegando a oídos de mis tíos el rumor de la desaparición de Santi, un nene de tres años que vivía a dos casas de ahí. Salí al jardín y miré al enano. Sólo yo que lo había observado tanto el día anterior podía identificar que estaba levemente girado, mirando un poquito más hacia la calle que antes. Me acerqué lentamente, como un condenado a muerte rumbo a la silla eléctrica. Les vuelvo a jurar (y les pido que me crean) que había un brillo especial en sus ojos, y tenía dibujada esa sonrisa ancha, que erizaba la piel. Helaba la sangre.
Tres niños en una semana. Me pregunto cómo no fue suficiente para pensar en algo extraño. Y, cada vez, el enano cambiaba levemente su posición. No veía la hora de irme. De huir, de volver con mis padres. Después de la desaparición de Naty me decidí a hablar. Le confesé las sospechas a mi tío. Cómo lo odié cuando esbozó esa sonrisa. Me palmeó la espalda diciendo que había visto muchas películas, que no era bueno para un niño de mi edad. Acorralado, decidí echarme a llorar pidiendo volver a mi casa. Y lo logré. Al recordar éste momento se vuelve a helar mi sangre. Se vuelve a erizar mi piel. Al irme en el auto de mi tío, al echar la última mirada a su casa a través de la ventanilla, el enano me saludó con su mano izquierda. Su sonrisa se ensanchó. Y les juro por mi vida… que penetró en mi mente. Y susurró que nos volveríamos a encontrar.

Diego M

5 comentarios:

Diego M dijo...

Hola queridos lectores! les comento que este relato participó de "Halloween 2006", una recopilación de relatos de la lista "Kinghispano" (lectores de Stephen King en español)
Luego (y gracias a eso) fue publicado en la revista Insomnia.
Lo publico un año después en mi blog en agradecimiento por la difusión que me han dado.
Espero que les guste.

PD: dense una vuelta por la revista!! encontrarán el link acá, en el Urbanicomio.

zeta dijo...

Hmmm,yo creo que nací adoctrinado...Aunque siempre he sido más insconstante que el día a día...Deberian crear nanobots que hagan el trabajo de los baños...Así se ahorra agua y tiempo y se ablanda más el hombre...Me alegra que encuentres para leer muchas cosas,yo me siento bombardeado de imágenes,nada prometedoras...Hmmm,no creo que capaz de contradecirte sobre si hay algo mejor...Gracias por venir,regresa cuando puedas,bye.

josé lopez romero dijo...

Me gustó,no soy lamebotas pero cada vez que entro en Urba, me voy gratificado y con ganas de regresar.

Laris dijo...

Yo no estoy loca, yo habia leido y/o escuchado este texto antes de que lo presentaras en sociedad. Lo leo por 3ra vez y me sigue pareciendo igual de bueno.

Gala dijo...

jajaaaj me encantó!