Miró la pc. Miró el reloj en su muñeca izquierda. Miró de nuevo la pc. Miró hacia la pared, buscando una ventana que le dejara ver el cielo celeste, o nublado, que más daba. Miró el reloj de la oficina. Notó que el reloj de su muñeca estaba adelantado un minuto y treinta y cinco segundos con respecto al de la oficina. Volvió a mirar hacia la ventana imaginaria. Y esperó. Faltaban sólo siete horas y cuarenta y nueve minutos para encontrarse con el cielo.
Diego M
4 comentarios:
Hermoso! sobre todo el final...
Porque el cielo pueden ser tantas cosas...
Beso
Coni
Yo haría lo mismo si no me hubiese encontrado con el mundo cruzagramístico. Ahora, yo y mi reloj, estamos en paz.
Algunos llevan un reloj como joya, otros por necesidad de laburo, y otros tantos para no olvidar que el tiempo carcome todo y la impaciencia no es buena consejera.
suena a dolor de espaldas
que el tiempo y mira y vuelve a mirar... nos va dejando, el tiempo, trae y lleva..
un abrazo
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