17 de abril de 2008

Un día cualquiera

Miró la pc. Miró el reloj en su muñeca izquierda. Miró de nuevo la pc. Miró hacia la pared, buscando una ventana que le dejara ver el cielo celeste, o nublado, que más daba. Miró el reloj de la oficina. Notó que el reloj de su muñeca estaba adelantado un minuto y treinta y cinco segundos con respecto al de la oficina. Volvió a mirar hacia la ventana imaginaria. Y esperó. Faltaban sólo siete horas y cuarenta y nueve minutos para encontrarse con el cielo.

Diego M

4 comentarios:

Coni Salgado dijo...

Hermoso! sobre todo el final...

Porque el cielo pueden ser tantas cosas...

Beso

Coni

Katherine R. Vasquez Tarazona dijo...

Yo haría lo mismo si no me hubiese encontrado con el mundo cruzagramístico. Ahora, yo y mi reloj, estamos en paz.

josé lopez romero dijo...

Algunos llevan un reloj como joya, otros por necesidad de laburo, y otros tantos para no olvidar que el tiempo carcome todo y la impaciencia no es buena consejera.

Caetano Evon dijo...

suena a dolor de espaldas
que el tiempo y mira y vuelve a mirar... nos va dejando, el tiempo, trae y lleva..
un abrazo